viernes, 17 de diciembre de 2010

UNA NO MUY SABIA ELECCION

Seguro que todos conoceis esa historia que nos narró cierto poeta ciego del que ni siquiera estamos seguros de su nombre. Este rapsoda vagabundo transitaba por las calles de Atenas cantando , ayudado de su lira las viejas canciones de viejas hazañas. Probablemente algún sabio ilustrado de los que merodeaban por la ciudad escuchó aquellos cuentos y decidió transcribirlos. Firmó con el nombre de Homero, quizá en homenaje a aquel pobre poeta. Este desconocido, nunca llegó a imaginar que dos mil ochocientos años más tarde aquellos cantos serían uno de los primeros relatos de aventuras de la humanidad. Naturalmente me estoy refiriendo a "La Iliada"

Pero "La Iliada" no es solo un libro. Todos los personajes que pueblan sus páginas son cada uno de ellos una historia en sí. Hoy voy a escoger a uno de ellos para componer mi propia versión del cuento.

El rey troyano Príamo era un tipo la mar de superticioso. Seguía al pie de la letra los augurios de Esaco. Un buen día éste le anunción lo siguiente.
- Si una troyana, perteneciente a la familia real, da a luz una criatura en el día de hoy el rey debe ordenar su ejecución inmediata e igualmente al hijo nacido.
Príamo puso manos a la obra e inmediatamente ejecutó a su hermana Cila que acababa de parir a Munipo. Lo que Príamo no tuvo en cuenta es que precisamente aquel mismo día Hécuba, su mujer tambien se encontraba de parto.
A pesar de todos los malos augurios y los consejos para que el niño nacido de Hécuba fuera también sacrificado, Príamo no se decidía, pero le calentaron tanto la cabeza que perdonó la vida a la madre y mandó a un pastor llamado Agelao para que matase al niño en el bosque.
El pastor tuvo piedad del chico y no se decidió a emplear el cuchillo y lo abandonó en el monte Ida.

Cuando pasados unos días el pastor regresó al lugar con la intención de recoger los restos del niño se llevó la sorpresa de su vida. El niñito había sido amamantado por una osa y estaba sano y robusto. Ante aquel portento divino Agelao se colgó al niño en el zurrón y se lo llevó a su casa para criarlo con su propio hijo.

Paris, que así fue llamado el niño por ser portado en el zurrón, creció adornado con todas las gracias y dones de los dioses. No solo sobresalía en fuerza y belleza sino en inteligencia y gracias a ello las chicas de la época se lo rifaban, una de ellas era la ninfa Enone, hija del río Eneo, que se bebía los vientos por Paris.

Pero cuánta razón llevaban los augures en aconsejar la desaparición del chico, porque un buen día cuando cuidaba el ganado en las cumbres del monte Gárgaro se le presentó el liviano mensajero de los dioses , Hermes, acompañado de tres hermosísimas diosas: Hera, Atenea y Afrodita.

Hermes traía una manzana de oro y un peliagudo mensaje del padre Zeus.
- Amigo Paris, Zeus está asombrado contigo. Admira tu belleza y tu sabiduría y por esa razón me ha entregado esta manzana de oro para que tú la ofrezcas a la diosa que tú juzgues más hermosa.

Paris miró obnubilado aquellas tres maravillosas diosas y barruntando el lío en el que Zeus le estaba metiendo contestó al sibilino mensajero que partiría aquella manzana en tres partes y le entregaría un trozo a cada una de las diosas, porque las tres estaban geniales.

- Nada de eso -le contestó muy zumbón el mensajero- no puedes desobedecer a Zeus Omnipotente y yo, sintiéndolo mucho no puedo aconsejarte (astuto el hombre), de manera que espabila y usa tu inteligencia.

- De acuerdo- contestó Paris- pero impongo una condición- que sea cual sea mi elección las dos perdedoras no tomarán represalias. Al fin y al cabo soy un pobre humano y sus excelencias son materia divina.

Las tres bellezas asintieron, aunque cruzando los dedos.

- Bien, aceptada la propuesta - intervino Hermes- se incia el juicio...Uh...una cuestión. ¿Prefieres que se desnuden o puedes emitir tu opinión sin necesidad de que se despojen de sus vestiduras?

A Paris se le hizo la boca agua y no desaprovechó el envite.

- No, no...que se desnuden.
Una a una las diosas ofreciron no solamente sus gracias divinas sino también fabulosos regalos. Hera le ofrecía a Paris ser el señor de toda ASia y poseer todas las riquezas del mundo. Atenea, que abusaba de su posición olímpica, le ofreció la victoria en todas las batallas y aumentar hasta el límite su belleza y su inteligencia.

Afrodita que sabía perfectamente de donde flaqueaba Paris se acercó al pastor rozándole con su aterciopelados senos. Paris se puso al cien y Afrodita no perdió la baza.
- Mira Paris, ¿qué hace un pastor tan hermoso como tú en estos páramos perdidos? Por qué no te marchas a la ciudad, donde hay diversión y gentes con las que tratar. Allí te espera Helena de Esparta que es tan bella como yo , ésto lo estás apreciando ahora, y naturalmente no menos apasionada. Ella dejará su hogar y sus gentes para seguirte donde tú decidas.

Todos sabemos cual fue la elección final del pícaro pastor y las consecuencias que de esta elección se derivaron.

Pero como de todo mal siempre se saca algún beneficio los humanos de este siglo XXI podemos deleitarnos con todas esas historias que tuvieron este principio inmortal:

"Canta, oh diosa, la cólera del Pélida Aquileo, cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héreoes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves- cumplíase la voluntad de Zeus- desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres y el divino Aquileo"